Hoy te recuerdo.
Olías a rosas a tabaco fresco a
chocolate y canela.
Y tu genial y seductora sonrisa
juvenil flotaba en el aire.
Me dejaste tu alegría
suspendida en tu piel trigueña.
Y tus manos desde ese instante
empezaron a acariciarme.
Llenabas todos los espacios con
tu belleza árabe.
Y por los corredores, siento
todavía tu paso elegante.
Y te sentabas en esa banca de
la abuela por las tardes.
Y tu mirada me hablaba de todo
menos de marcharte.
Conversábamos que iríamos al
bosque del Rejoya.
Y me esperabas siempre con tu
mirada sonriente.
Y detenías el tiempo en paz
para recordarme a solas.
Se quedó tu pieza repasando
silencios interminables.
Copiando tus pasos de encanto
ágil de bella estudiante.
Y volverás a ese corredor para
un día poder besarte.
Robert Aníbal Sánchez Fajardo.
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